miércoles, 18 de agosto de 2010

El Estatuto que nos merecemos


Una de las vías que, a mi juicio, debe reactivarse con firmeza es la reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias. Me consta que, en tiempos de crisis, subrayar la necesidad de esta reforma genera cierta controversia, pero considero que se trata de un proceso necesario e imprescindible si queremos avanzar hacia una Canarias más sólida y con una arquitectura que nos permita contar con las herramientas necesarias para construir, desde las Islas, nuestro propio futuro.

En la pasada legislatura, mientras otras Comunidades Autónomas lograban forjar mayorías suficientes para reformar sus Estatutos, en Canarias fuimos incapaces de lograr el apoyo necesario para contar con una norma que nos aportará un mayor autogobierno y una menor dependencia de los vaivenes de la política del Estado.

Canarias no sólo precisa gestionar sus puertos y aeropuertos y contar con un instrumento imprescindible para su desarrollo como plataforma tricontinental como es el comercio exterior. Canarias necesita definir la integridad de su territorio (tierra y mar) y tener acceso a los recursos marítimos que existen en las aguas “internacionales” que separan unas islas de otras.

Como ven, un debate como la reforma del Estatuto, que muchos sitúan en la esfera política para desacreditarlo, es imprescindible para generar más riqueza y abrir nuevas vías de desarrollo en nuestra economía.

El Estatuto es nuestra herramienta más sólida para expandir nuestro desarrollo con todas las garantías. No es una cuestión baladí ni un capricho. Es la válvula que Canarias necesita para garantizar el éxito del modelo económico hacia el que nos encaminamos.

De la misma manera que la reforma del Régimen Económico y Fiscal es una demanda que nos une a todos, el debate sobre el Estatuto de Autonomía debe articularse con el mismo rigor y el mismo consenso si queremos contar con todas las patas sobre las que se debe sustentar nuestro archipiélago.

Todo el arco parlamentario y todos los agentes económicos y sociales, sin excepción, estamos llamados a emprender un proceso de diálogo de gran calado si aspiramos a contar con un sistema cohesionado y fuerte y si, en el marco del Estado, queremos defender, en un futura reforma de la Constitución, que Canarias cuente con un estatus especial como el que ya tenemos en el Tratado de Lisboa.

Un estatus que nos permitirá contar con un tratamiento específico y diferenciado y que nos servirá de coraza para minimizar los efectos de futuros periodos de crisis.

No obstante, ese proceso, que cuenta con muchos recelos y una elevada dosis de miedo escénico, sólo será posible si todos actuamos con la seriedad y la valentía que requiere un debate como este.



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